MORENA: Dos Visiones Del Obradorismo


Ya son nueve años de aquel 2 de octubre del 2011, en el que se llevó a cabo la constitución de Morena cómo movimiento social y asociación civil en el auditorio nacional. En este tiempo nos ha tocado vivir de todo, experiencias dulces y amargas.

El primer momento complicado fueron las elecciones presidenciales del 2012, en las que participamos siendo movimiento social, ya que no nos sentíamos identificados con ninguno de los partidos políticos existentes, pero si con el proyecto nacionalista y antineoliberal que representa el obradorismo. Lamentablemente, en esa oportunidad nos tocó perder ante la compra masiva de votos del PRI y su “telecandidato” Enrique Peña Nieto.


Un año más tarde a finales del 2013, se vendría la aprobación de las Reformas Estructurales, siendo la peor de todas la Energética que vulneraba nuestra soberanía nacional y acababa con el último legado que sobrevivía de la Revolución Mexicana. En dicho proceso realizamos multitudinarias concentraciones, llevamos a cabo los históricos cercos tanto al Senado de la República como al Congreso Federal y cómo último recurso recolectamos millones de firmas para exigir la realización de una consulta popular que impidiera su aprobación. Para desgracia de todos los mexicanos no logramos nuestro objetivo, pero a la par de estos acontecimientos nos consolidamos como la única oposición al régimen, convirtiéndonos en herederos de la lucha que encabezó en 1938 el Gral. Lázaro Cárdenas Del Río en defensa de nuestros recursos naturales.


A los pocos meses vino la aprobación de la reforma educativa, que más que tener propuestas dentro del rubro académico, encaminaba a la privatización de la educación pública y planteaba modificaciones laborales que perjudicaban directamente al gremio magisterial, que ha sido uno de los sectores más aguerridos en la lucha contra del régimen neoliberal. En un acto de congruencia, nuestro movimiento se unió a la lucha de los maestros, los apoyamos en sus marchas y llevamos víveres a sus campamentos. Esa fue otra pelea que en su momento nos tocó perder, pero afortunadamente ya en tiempos de la 4t se logró revertir esa reforma por una que busca el crecimiento académico de los niños y dignifica la labor docente.


Sin embargo, hay que señalar que, aunque hemos atravesado momentos difíciles, también ha habido otros de muchísima alegría siendo el primero de ellos la obtención del registro como partido político nacional en 2014. Desde entonces, somos oficialmente la única opción política que tienen los mexicanos desde las urnas para combatir al neoliberalismo. Tan sólo 4 años después, logramos el triunfo en las elecciones del 2018, con lo que llevamos a nuestro “líder moral” Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República y alcanzamos el punto de mayor éxito de nuestro movimiento.

Después de haber hecho ese recuento histórico, regresamos la actualidad que atraviesa Morena que es verdaderamente preocupante. Al tal grado que me atrevería a decir que nos encontramos en el peor momento desde nuestra fundación y en las siguientes líneas vamos a analizar esto.

Todo empieza después del triunfo electoral del 2018, ya que la mayoría de los dirigentes del partido emigraron a la administración pública o fueron electos como representantes populares. Evidentemente el caso que más afectó fue el del mismo Andrés Manuel López Obrador, quien anunció que por primera vez desde su fundación ya no tendría ninguna injerencia en Morena y concentraría todas sus energías en el Gobierno Federal.

Esta situación generó un choque y disputa del control del partido entre las dos visiones del obradorismo que prevalecen al interior de Morena. Por un lado, estamos los más apegados al proyecto nacionalista y antineoliberal que dio fundación a nuestro movimiento, consideramos que sólo aquel que comulgue con estos valores e ideología pueden formar parte de las filas del partido. Para nosotros lo más importante siempre van a ser las bases, pues son la esencia y quienes le dan vida a nuestro movimiento. En contraparte, están quienes buscan la apertura de Morena y engrosar sus filas masivamente sin importar la afinidad ideológica, además que no les preocupa llevar a cabo un reblandecimiento del proyecto con tal de sumar activos, ya que en ellos prevalece una lógica meramente electoral y ven al partido como una agencia de colocación.

En su actuar se apoyan en órganos externos a Morena que históricamente han estado coludidos con el neoliberalismo, en los sectores más pragmáticos de la sociedad y en los que tienen un obradorismo menos arraigado (aunque ellos presumen ser más obradoristas que el presidente), a la vez que desprecian y excluyen a la militancia. Sin embargo, para evitar ser cuestionados suelen pregonar la unidad a toda costa y al que no lo hace lo tachan de traidor.


Esta visión permea desde la elección del 2018, en la que se les dieron espacios a personajes muy lejanos al obradorismo, generando al interior de nuestro movimiento y de Morena una carencia ideológica. Un claro ejemplo de esto es el caso de Lilly Téllez, a quien con tal de que se integrara a las filas de la 4t le ofrecieron una senaduría por Sonora bajo las siglas de nuestro partido. Ya electa demostró que no comulga en nada con nuestra visión de país, por lo que se convirtió en una férrea opositora al obradorismo y con el tiempo se terminó integrando a la bancada del PAN, es decir que le regalamos una representante a la derecha.

Para ser todavía más claro, me remito al domingo que fueron las elecciones locales en Coahuila. El diputado Mario Delgado realizo varias transmisiones en vivo a través de Facebook, en dónde se le veía haciendo recorridos en automóvil por varias casillas de Torreón, acompañado de un conocido “influencer” y del diputado coahuilense Luis Fernando Salazar. Este legislador fue electo por un distrito de Torreón bajo las siglas del PAN y ya empezada la legislatura se pasó a la bancada morenista. Esto no sería tan grave, sino fuera porque Salazar en el 2012 era senador y votó a favor del paquete de reformas estructurales, incluida la energética. ¡Estos son los aliados de Delgado!, por no mencionar que él también era senador ese entonces y aprobó en lo general la reforma educativa. En pocas palabras mientras nosotros luchábamos en las calles para evitar el avance de estas reformas, estos personajes las aprobaban y las impulsaban, lo más preocupante es que ahora son quienes están al frente de Morena.



De igual forma mientras nuestro movimiento respaldaba la propuesta de López Obrador de que la construcción del nuevo aeropuerto fuera en la base aérea de Santa Lucía, Delgado votó en la consulta a favor de que siguiera en el lago de Texcoco, poniéndose del lado de los intereses oligárquicos. A todo esto, yo preguntaría ¿Estamos seguros de que se les quitaron sus ideas neoliberales y de ahora en adelante van a defender a Morena, al presidente y a la 4t? ¿No es contradictorio que quienes fueron cómplices del régimen neoliberal, hoy nos quieran liderear?

De manera evidente estoy consciente que probablemente sin la suma de este tipo de actores hubiera sido difícil llegar a la Presidencia de la República y de la necesidad que hay de mantener la mayoría en Congreso Federal para poder llevar a cabo las reformas que terminen de sepultar al régimen neoliberal. Sin embargo, me parece que tanto pragmatismo pone en peligro la permanencia de la 4t, ya que nada garantiza que le vayan a tener una lealtad al presidente y al proyecto de transformación nacional.

Ahora bien, después de todo el dinero invertido en su campaña, la victoria de Mario Delgado en la encuesta para elegir al nuevo presidente del partido es inminente y con esto parece que el pragmatismo neoliberal se empieza a adueñar de Morena. Por otro lado, la militancia que hemos sido el gran ausente en este proceso cada vez somos más excluidos y literalmente recibimos un trato de volanteros.


Considero que, ante esto los militantes de base lejos de caer en la desilusión, debemos pugnar por la creación de mecanismos más horizontales al interior del partido y exigir que se respeten todas las instancias de este. Obliguemos a la dirigencia a que nos de la importancia que tenemos en la realización de la 4ta transformación, siendo protagonistas en la construcción y en la toma de decisiones. Nuestra bandera debe ser que Mario Delgado debe dirigir a Morena a partir de las bases y no sin ellas.

De ninguna manera propongo ser una abierta e irracional oposición a Mario Delgado, a quien respeto y aclaro que las diferencias que mantengo con él son desde un punto de vista de proyecto y no de un carácter personal. Sin embargo, me parece importante señalar que la unidad es algo que se construye, no puede ser a toda costa, de manera discursiva y mucho menos buscar alcanzarla a través de la repartición de espacios o candidaturas. Así mismo sostengo que la unidad en Morena gira en torno al Presidente de la República y al proyecto nacionalista y antineoliberal, mientras se cumplan con esas premisas la actual dirigencia tendrá todo el respaldo de las bases morenistas. Sin embargo, en torno empiecen a haber desviaciones ideológicas la militancia tenemos la obligación de alzar la voz, organizarnos y movilizarnos en defensa de nuestro instituto político. Las bases no sólo tienen la obligación de promover la 4t, sino también la de impedir que Morena deje de ser un instrumento de transformación nacional al servicio del pueblo de México.

Hoy que no contamos con el liderazgo de Andrés Manuel al interior de Morena, debemos de reconocerlo cómo el impulsor de este gran movimiento y agradecerle por su incansable amor a la patria, pero también debemos de entender que esta es la oportunidad histórica para empoderar a las bases, reforzar el proyecto y despersonalizar el movimiento. Organicémonos para mantener la mayoría de los escaños del Congreso Federal en la elección del 2021, pero no caigamos en el pragmatismo, seamos críticos, protejamos al partido que tanto trabajo nos costó construir y a su proyecto que fue lo que nos atrajo a participar. Si no lo hacemos, corremos el riesgo que la 4t tenga una corta duración de un sexenio y eso es algo que jamás nos vamos a perdonar.

Julián Castruita Sánchez

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