Una corona para Evangelina


El 2 de enero de 2021, como si el año anterior no hubieran sido suficientes las noticias devastadoras, supimos la noticia de la muerte de Evangelina Corona. La militante de la izquierda social por excelencia partió con el alba del año naciente.


Como no tener presente a Evangelina si se llama igual que mi abuela, no es un nombre común, y suele llamárseles “Evita” de cariño. Como olvidar a Evangelina y sus lágrimas de tristeza y rabia por el fraude electoral a Andrés Manuel López Obrador en 2006. Como no recordar a Evangelina que por obra y gracia del destino sobrevivió a los mismos escombros del sismo del 19 de septiembre 1985 donde cientos de costureras que trabajaban en edificios inseguros, sobrecargados y hacinados perdieron la vida.


Como escribió Carlos Monsiváis sobre los activistas que refundaron la lucha social tras los sismos de 85, rompieron el molde de la “concepción unidimensional del partido” y la militancia. Entre ellos ocupó un lugar la lucha sindical de Evangelina, para como el fénix despertar la conciencia laboral tras resurgir de los escombros.


Aquel 19 de septiembre que el reloj se quedó suspendido a las 7:19:47 luego de una intensa y agobiante sacudida de la tierra por un temblor de 8.1 grados en la escala de Richter, se abrió una grieta en los cimientos de la ciudad, pero también en su andamiaje y organización social; de ese lamentable intermedio de la naturaleza surgieron las filas de la nueva sociedad que abría de recomponer el desastre construido por la negligencia criminal del PRI- gobierno.

El caso de las costureras, puso en evidencia la precaria situación laboral del gremio y de las trabajadoras en general, que en conjunto padeció la mala hora de que los edificios utilizados como fábricas sin tener condiciones estructurales en la zona del centro- sur de la ciudad, de Pino Suárez hacia San Antonio Abad, y del centro a la merced, fueron de las más afectadas por el movimiento telúrico, y las frágiles construcciones se derrumbaron por la carga de las pesadas maquinas, sepultando a las trabajadoras de la industria textil, cuya cifra exacta nunca se conoció.


Escribió Carlos Monsiváis:

“En apenas un mes surge o se cristaliza la lucha por la reivindicación de derechos en el numeroso gremio de las costureras —cientos de miles en el país—, sujeto a la explotación feroz, a la rutina implacable (coser, cortar, estampar) sin salario mínimo, ni derechos de antigüedad, sin verdadera sindicalización, con una magra utilización del Seguro Social, con un pago simbólico por el tiempo extra, jornadas de casi todo un día sin dormir, bajo un trato insolente. Hasta el 18 de septiembre de 1985, su situación no es objeto de preocupación social. A las costureras se les cree “esclavas tradicionales” y pocos se irritan con las informaciones intermitentes sobre su humillación laboral, “algo imposible de modificar, un mal del siglo”. El sismo saca a flote su existencia sin derechos, no hay vacaciones porque al patrón le urge entregar trabajo, se les descuentan los días que no acuden por enfermedad, se les despoja de sus mínimas compensaciones (por ejemplo, para no pagarles el aguinaldo, el patrón las despide a principios de diciembre y las recontrata a principios de enero).

“En la semana siguiente al 19 de septiembre, el tratamiento del drama de las costureras es de solidaridad humana (¿cuántas murieron y en qué condiciones? ¿Es cierto que los patrones retiraron las máquinas y se despreocuparon de la posible existencia de sobrevivientes y de extraer los cadáveres? Luego al difundir la prensa los relatos de las trabajadoras, se modifica la comprensión moral del problema. (Monsiváis, 1986).

Evangelina Corona Cadena nació en San Antonio Cuaxomulco, en Tlaxcala, en 1938. A los 12 años de edad la adolescente Evita dejó su pueblo y viajó a Apizaco, ciudad chica pero emblemática de Tlaxcala, y luego a la Ciudad de México, para dedicarse al trabajo del hogar y domestico para otras familias. En esta labor, en la que se desempeñó muchos años, vivió abusos y discriminación, de acuerdo con su texto autobiográfico Contar las cosas como fueron, publicado en 2007. De ahí quizá forjó un carácter indomable para los retos que le tenía preparado el destino, y que la llevó a fundar el histórico Sindicato de Costureras 19 de septiembre, donde logró un prestigio verdadero y el aura de misticismo que solo tienen las dirigentes honestas.

A 20 años de edad Corona ingresó a la industria textil, era jefa de familia sola, a cargo de dos hijas y su madre. Para subsistir aguantó condiciones inseguras e insalubres, jornadas de trabajo y condiciones laborales ni de lejos cercanas a lo establecido en la Constitución.El terremoto, así como la reacción omisa de los patrones, las autoridades y su representación sindical, sólo adelantaron la ya pensada conformación del Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexo que llevaría por nombre la fecha de la tragedia.

Una fuente señaló: “Con Evangelina Corona al frente, el 21 de octubre de 1985 las trabajadoras obtuvieron el registro oficial como Sindicato y ganaron el respaldo de 36 gremios y de movimientos campesinos y populares, además lograron que se indemnizara a las familias de las víctimas por un total de 500 millones de pesos. El sindicato aglutinó a cinco mil trabajadoras y celebró contratos colectivos con 85 fábricas; las trabajadoras también constituyeron una Sociedad Cooperativa Mexicana de la Confección 19 de Septiembre, que fabricaba muñecas. En 1986 el sindicato desplazó a la CTM y extendió su lucha a otras trabajadoras de la industria”.


Elena Poniatowska dijo sobre Evangelina:

Solidaria, con su sabiduría bíblica de presbiteriana, gracias a la intensidad de sus palabras, a sus profundas convicciones y a consejos tan sencillos como “no hay que apachurrarse”, Evangelina alentó y organizó a sus compañeras para que transformaran su dolor en acción y nunca se imaginó ser la secretaria general del Sindicato de Costureras 19 de Septiembre, nunca pensó ocupar un escaño en la Cámara de Diputados y llegar a ser legisladora, nunca previó que algún día hablaría a nombre de sus compañeras ante el ex presidente Miguel de la Madrid y le llevaría la contraria. “No, señor presidente, así como usted las dice, así no fueron las cosas”. Lejos de intimidarse con los poderosos, su autenticidad los deja con un palmo de narices. Su vehemencia la volvió líder. “Mis propias palabras me llevaban no sabía yo a dónde”. De los escombros surgió una mujer que hablaba sin barreras, que la propia Evangelina desconocía.

Evangelina fue dirigente sindical, activista, diputada federal, feminista, servidora pública, luchadora social, militante solidaria, y esencialmente una mujer integra hasta el último día de sus 83 años.

Alguna vez Evangelina Corona dijo: “La palabra explotación no existía en mi vocabulario, antes del terremoto del 19 de septiembre yo no tenía conciencia de explotación o no explotación. El 85 fue para mí un antes y un después en mi vida. Si no hubiera ocurrido el terremoto seguiría yo muy campante, conforme con que me dieran trabajo. Pero el salto que me hizo dar esa tragedia fue mayúsculo”.

Por su lucha verdadera en defensa de los derechos de las mujeres, el Metro San Antonio Abad debería llevar su nombre. Hoy el movimiento democrático debe poner una corona de flores y guirnaldas de olivo para Evangelina.

René González