Las paradojas dentro de la 4T


Similar a la Revolución mexicana, la 4T es el producto de un proceso revolucionario -éste político, aquél armado- en donde confluyen grupos e intereses diversos, encaminados a sustituir al viejo régimen. En ambas Transformaciones hubo profundas divergencias ideológicas entre los grupos que se disputaban el poder.

Sin embargo, a diferencia de la 4T, en el período revolucionario las contradicciones políticas derivaron en enfrentamientos armados que alargaron el proceso histórico varios años.

Sólo durante la Convención de Aguascalientes de 1914 se intentó dar cauce común a las diferentes fuerzas revolucionarias, aunque el gusto duró poco, pues los esfuerzos se desvanecieron y la lucha armada volvió a tomar auge.

En tales condiciones, la única manera de resolver el conflicto era a balazos. No fue sino hasta 1929, después del asesinato de Álvaro Obregón, que se fundó el Partido Nacional Revolucionario. Con la revolución semi-pacificada y con el riesgo de la dispersión de las fuerzas revolucionarias, se buscó un caudal en donde todos confluyeran. Así, trece años después del exilio de Victoriano Huerta, surgió el PNR que tenía como tarea institucionalizar la Revolución.


En un evidente contraste, la 4T en dos años ha logrado encauzar a los diferentes sectores de la izquierda mexicana hacia una misma ruta, evitando así una descomposición acelerada del proceso político y una polarización catastrófica, mediante el diálogo entre las diferentes corrientes de pensamiento. Dialéctica pura. Sin embargo, no puede negarse que la inclusión de visiones tan diferentes del quehacer político, generan fuertes tensiones en el gabinete del Presidente.


El ejemplo más cercano de este hecho son las declaraciones del titular de la SEMARNAT, Víctor M. Toledo, quien en una grabación evidencia las contradicciones y la lucha por el poder dentro la 4T, señalando al titular de la SADER y a Alfonso Romo, Jefe de la Oficina del Presidente, como dos personajes que operan en contra de la transición energética impulsada por la parte más progresista de la ecología política mexicana, que él representa.

Este es un signo de buena salud del régimen, pues las contradicciones son un medio de construcción de la política. Pero en un país donde la democracia era sinónimo de compra de votos y de billetazos, aún existen desorientados que se niegan a reconocer que en la democracia no estar de acuerdo es natural. López Obrador privilegia el diálogo y el contraste de las ideas por encima de los intereses de algunos o la cerrazón ideológica de otros.


Víctor M. Toledo



Estemos de acuerdo en no estar de acuerdo


La segunda ley de la termodinámica dice que con el tiempo todo sistema tienda a la entropía -es decir, al caos-. Este principio puede aplicarse también a los procesos políticos, pues con el paso de los años todos los regímenes tienden al desorden. Aunque el tiempo que demoren en alcanzar el punto máximo de entropía va a ser el producto directo de las decisiones que tomen sus dirigentes.

En este sentido, las decisiones del López Obrador en torno a la conformación de su gabinete surgen de la necesidad de equilibrar las diversas corrientes del pensamiento que existen en la sociedad mexicana, así como de tener todos los cabos progresistas atados alrededor de un mismo proyecto. Esta táctica garantiza que las ideas y propuestas pasen primero por el escrutinio de los demás Secretarios de Estado -afines cada uno a diversas corrientes del pensamiento progresista- y que, finalmente, sean valoradas y calificadas por el Presidente, quien decide siempre bajo el principio de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.


No es coincidencia encontrar en el gabinete a personajes de orígenes tan contradictorios como Alfonso Romo, Jefe de la Oficina del Presidente, quien apoyó el Plan de desarrollo económico Puebla-Panamá y ha servido de puente entre López Obrador y el sector empresarial; y a Jesús Ramírez Cuevas, quien es el vocero del Presidencia y un magnífico compañero cuyo abuelo fue el último presidente de la Unión de Veteranos del Ejército Libertador del Sur, y quien como periodista siguió de cerca el levantamiento de los pueblos indígenas chiapanecos en 1994.

La 4T cobija bajo una misma bandera a los sectores progresistas -radicales y de centro-, impidiendo rupturas y minimizando el riesgo de generar tempranas escisiones que terminarían por erosionar nuestro incipiente proyecto de nación. Es necesario evitar que el sector empresarial que hoy forma parte de la 4T se identifique con la derecha y hagan causa común; asimismo, es muy importante evitar que los grupos de la ultraizquierda -algunos financiados por la derecha- tengan un acercamiento con los grupos más radicales de la 4T. No podemos generarnos una oposición innecesaria.

Dicho de otro modo, sería un error estratégico aspirar a un gobierno unilateral que promueva y proteja una sola corriente del pensamiento, pues significaría por un lado la clausura del pensamiento y la libre expresión de las ideas, y por otro abriría frentes políticos donde no los hay, provocando así una inestabilidad sin sentido.



Si ese fuera el caso, el de tomar partido por una sola corriente del pensamiento, la consecuencia conduciría al gobierno federal a una posición defensiva en contra de los sectores marginados, y gradualmente las cosas se tensarían tanto que el único camino que quedaría sería el del autoritarismo prematuro o el del fracaso.

Las contradicciones forman parte de la vida social y política de la humanidad. Donde no hay lucha, no hay vida.


Las claves de la consolidación


En esta primera fase de la 4T, el trabajo político de equilibrios y contrapesos es fundamental para consolidar la transformación, por lo menos hasta 2022. Si bien muchos simpatizantes de la 4T quisiéramos avanzar rápidamente hacia políticas más radicales, las tareas que hoy nos exige el proyecto apuntan a robustecer la 4T en dos momentos clave. Primero en las elecciones intermedias de 2021 que serán imprescindibles para mantener la mayoría en el Congreso de la Unión, de modo que las reformas legislativas necesarias para López Obrador pasen sin resistencia; y después, en la revocación de mandato de 2022 que debe ganarse con amplio margen. Toda prospectiva política ajena a estos dos momentos resulta estéril, pues la consolidación de la 4T y su continuidad dependen de su estabilidad político-electoral y pasan necesariamente por estos dos momentos.



Por esta razón y porque aún tenemos mucho camino por recorrer, la discusión política e ideológica que diariamente se da en el seno del gabinete de la 4T debe ser un ejemplo de diálogo democrático y tolerancia al que los simpatizantes de López Obrador y sobre todo los militantes de morena, debemos acudir. La misma práctica de inclusión y consolidación de la Transformación que se aplica en el gobierno federal debe replicarse en el quehacer político de todos los que nos identificamos con el Presidente. De lo contrario, la lucha intestina será implacable y, como sucedió durante la Revolución, la materialización del proyecto se verá aplazada varios años más; o peor aún, estaremos destinados al fracaso.


Diego C. Valdez

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  Diego C. Valdez