Un Presidente de izquierda en la Casa Blanca
López Obrador en defensa de la soberanía



Dados los antecedentes históricos entre México y Estados Unidos, la visita del Presidente López Obrador a la Casa Blanca genera mucha incertidumbre. Basta con recordar el papel que jugó el embajador estadounidense Henry Lane Wilson en el asesinato de Francisco I Madero para entender la incertidumbre y la tensión generadas. Además, a la incertidumbre deben agregarse los discursos protofascistas y claramente xenófobo que ha hecho Donald Trump contra los mexicanos.


La visita de López Obrador a la Casa Blanca será importante para el futuro de nuestro país, y por eso debemos hacer un análisis basado en realidades, no en emociones. Comencemos con una realidad innegable: México colinda con los Estados Unidos. Esta circunstancia geográfica ha provocado que entre ambos países haya una relación compleja que en las últimas décadas se ha visto fortalecida por los diferentes tratados comerciales puestos en marcha en el período neoliberal y que ha desembocado en una dependencia económica que algún día debemos superar.

Este fortalecimiento de las relaciones comerciales y la crisis económica provocada por la pandemia, empujó al Gobierno de México a no rechazar la invitación que el Presidente Donald Trump le hizo para celebrar la puesta en marcha del T-MEC. Como Alemania, México hubiera podido excusarse y declinar la invitación, argumentando el riesgo de contagio por el CIVD-19, pero hubiera representado un grave error y puesto fin a la relación amistosa que sostienen los mandatarios de ambos países desde que López Obrador asumió la jefatura del Estado en 2018.

Y digo que hubiera representado un error porque, en medio de la crisis económica causada por los efectos del coronavirus, Estados Unidos se comprometió a iniciar la venta de respiradores artificiales para enfermos de COVID-19 a nuestro país, dio el respaldo a México en el tema de la disminución de la producción petrolera, ante la OPEP, y es uno de nuestros principales socios comerciales. Sin embargo, la visita no significa, como los políticos conservadores lo han promovido, que el Presidente de México esté dando un respaldo a Donald Trump en sus intenciones de reelegirse como Presidente de los Estados Unidos.


¿Espaldarazo a la campaña de Donald Trump?


A partir de la crisis que provocó el COVID-19 y de los disturbios originados por los crímenes racistas en EU, las encuestas para la campaña presidencial del vecino del norte posicionan a Donald Trump detrás de Joe Biden. Esto ha motivado que algunos consideren la visita como un espaldarazo a la campaña del actual Presidente.

Felipe Calderón, por ejemplo, calificó la visita como “un error colosal”, pues considera que “[a] Trump sólo le interesa usar al presidente mexicano como un accesorio de teatro a la luz de las elecciones”. Mauricio Kuri, coordinador de los senadores del PAN dijo que “es un error que acepte [AMLO] una invitación con un tinte de mitin político”.

Pero el Presidente ya tenía contemplada la variable que señalan los polìticos conservadores: él sabe que Donald Trump pretende utilizar su visita con fines electorales, mostrándole a los estadounidenses de origen mexicano (que son millones) que es amigo del famoso y carismático Presidente mexicano. Sabe que la visita representa un riesgo, por eso reconoce que “la política es siempre caminar en la cuerda floja, tomar riesgos”.

Otro de los argumentos basados en la encuesta mencionada arriba, es que de resultar ganador el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, la relación entre México y EU se verá deteriorada, pues los demócratas estarán molestos con México por la visita del Presidente en el contexto electoral. Pero ese es un supuesto que no se ciñe más que a las encuestas, es decir a una corazonada que a un análisis serio de la realidad política. Cabe mencionar que las elecciones son hasta noviembre y las encuestas representan solamente un momento de la contienda.



Inclusive, la revista Proceso publicó en un artículo de esta semana, una entrevista con Dan Restrepo, exasesor de Barack Obama y consejero del Partido Demócrata, quien entre otras cosas dice: “Venir a Washintong en este momento, es meterse en la política electoral de Estados Unidos”. No podía ser de otro modo, los demócratas están cumpliendo su función como oposición y señalarán todo lo que haya que señalar con tal de restarle votos a Donald Trump. Ese es el momento que se vive ahora en los Estados Unidos y la política está hecha de momentos. Los demócratas como los republicanos son políticos pragmáticos que toman decisiones basadas en resultados prácticos, no en pueriles antecedentes emocionales. Conocen la posición que tiene México en el T-MEC.


Pero al margen de toda interpretación de la política estadounidense, la decisión de López Obrador de acudir a la Casa Blanca en una visita de Estado, independientemente del contexto político electoral de EU, es correcta, pues un Jefe de Estado no puede ni debe detener el progreso de la nación que conduce, descuidar los intereses de su país ni modificar los ejes de acción de su Gobierno sólo para evitar señalamientos y gestos de desaprobación de quienes aspiran a gobernar aquél país, y ponerse a salvo de posibles -sólo posibles- acciones en su contra. Ese gesto mostraría una seria debilidad y un obvio sometimiento a intereses extranjeros; además, sería una señal de franca cobardía. “Mejor ni te miro, no te vayas a enojar”, así como cuando el pequeño y débil evita mirar a los ojos al gandalla. Parece que los políticos conservadores se reflejan en sus inseguridades y sumisiones interiorizadas, y que nunca aprendieron que el valiente dura hasta que el cobarde quiere.

Un Presidente de izquierda en la Casa Blanca, la posibilidad de una mezcla homogenea.


Otra de las variables interesantes de la visita es la adhesión a las políticas de izquierda del Presidente López Obrador, y a la defensa de la autodeterminación de los pueblos. Ambos conceptos (izquierda política y autodeterminación) contrarios a las políticas imperialistas del vecino del norte. Un Presidente que se asume de izquierda en la Casa Blanca se nos presenta como la posibilidad de convertir una mezcla heterogénea, en homogenea.

Los trágicos encuentros entre Estados Unidos y países con gobiernos de izquierda han sido una constante en la historia del siglo XX y lo que va del siglo actual, sobre todo en América Latina. Lejos de convenir encuentros diplómaticos, la mano sediciosa del imperio se deja sentir con violencia dentro de los territorios de naciones que han decidido mantener una política en defensa de su soberanía y alejada de los intereses estadounidenses. Por este motivo, la visita de López Obrador a Washintong donde se tratará temas de interés común con un mandatario famoso por sus discursos protofascistas y xenófobos, y activo promotor de golpes de estado, si logra sus cometidos podrá considerarse un gran logro del Gobierno de México, pues sin renunciar a su soberanía, velará por los intereses comerciales del pueblo de México.

Pero hay quienes prefieren la heterogeneidad: el gobernador de Michoacán Silvano Aureoles, ajeno a la política exterior mexicana de los últimos dos años, tildó de sumiso y subordinado a López Obrador en un video subido a YouTube. Mientras que Mauricio Kuri, coordinador del grupo parlamentario del PAN en el Senado, comentó:“No se nos olvidan sus expresiones [de Trump] en donde califica a los mexicanos de violadores, criminales y traficantes”, y calificó la visita como subordinada a los intereses del presidente estadounidense.


Ambos se equivocan, la política no se hace con palabras sino con hechos: el rescate y asilo de Evo Morales, expresidente de Bolivia, simpatizante de Cuba y Venezuela; la relación de amistad con Cuba, (a quien E.U. ha bloqueado comercialmente desde hace décadas), materializada a través del personal médico enviado a México para atender a los enfermos de COVID-19; las declaraciones hechas en junio pasado por México a favor de vender gasolina y combustibles a Venezuela (recordemos que EU emitió una orden de arresto contra el Presidente Nicolás Maduro); y la relación de cercanía y amistad comercial amistosa con China, país con que EU tiene una competencia económica férrea, son acciones hechas en menoscabo de los intereses geopolíticos de Estados Unidos, que demuestran que México ejerce su soberanía sin ataduras ni compromisos vergonzosos, como los que adquirió Fox cuando lastimó las relaciones con Cuba al maltratar en 2002 al revolucionario cubano Fidel Castro, con la famosa frase “comes y te vas”, o como los que al amparo de la secrecía ejecutó Felipe Calderón al permitir la operación Rápido y Furioso.




López Obrador y el Canciller Marcelo Ebrard han comprendido el importante papel que México está comenzando a jugar en el tablero mundial, como integrantes de la región comercial de Norteamérica y como miembros de Latinoamérica. Ahora se trata de representar nuestro papel en el gran teatro del mundo, como decía Shakespeare, y para eso no sirve la visceralidad impulsada por el temor que le tienen los políticos conservadores al vecino del norte, cuyo complejo de inferioridad es producto de la formación fascistoide que aprendieron en las universidades neoliberales (estadounidenses, claro) donde fueron educados, y desconocen tanto el proceso político de integración latinoamericana, que lo único que sienten ante un acontecimiento como este, es miedo y parálisis.


En cambio, si las cosas suceden como López Obrador ha previsto, se demostrará que es posible generar acuerdos comerciales con países como Estados Unidos sin poner en entredicho la respetabilidad ni la soberanía de nuestro país, y sin afectar las relaciones diplomáticas que hay entre México y los países no alineados a los intereses de Estados Unidos. Se ejemplificará la autodeterminación de un pueblo en materia de política exterior, dando carpetazo a la época del intervencionismo estadounidenses en la política mexicana, y abriendo un ciclo de decisiones que ponen en el centro de todo al pueblo de México y sus intereses.


Lo mejor está por suceder. Nos leemos pronto.




Diego C. Valdez

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